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Nosotros, artistas, pensadores y creadores del siglo XXI, proclamamos el nacimiento del Resistencialismo. Una corriente artística y cultural que emerge como respuesta a siglos de colonialismo, imperialismo, explotación y silenciamiento. El Resistencialismo es más que un movimiento estético; es un acto de resistencia y liberación. Es un grito enraizado en las memorias de los pueblos que han sido negados, oprimidos y marginados, pero que jamás han dejado de existir ni luchar. A través de esta manifestación, reivindicamos nuestro derecho a una cultura y arte auténticos, conectados con nuestras raíces y nuestras aspiraciones, y desafíamos los valores dominantes impuestos por las potencias coloniales, capitalistas y hegemónicas.
INDICE
I. Filosofía del Resistencialismo: El Arte Decolonial como resistencia existencial
El Resistencialismo se nutre de las filosofías de la liberación, el pensamiento decolonial y las tradiciones indígenas, afrodescendientes y mestizas que han sobrevivido a la violencia colonial. Nuestras bases filosóficas rechazan la modernidad occidental como única forma de civilización y progreso. En su lugar, abrazan un pluralismo epistemológico que honra los saberes ancestrales, las cosmovisiones holísticas y las prácticas comunitarias.
El arte resistencialista es una forma de resistencia existencial. Entendemos que el colonialismo no fue solo una ocupación territorial, sino un intento de borrar nuestra subjetividad, de destruir nuestras formas de ser, de pensar y de vivir. El Resistencialismo, entonces, es una afirmación de nuestra existencia frente al no-ser impuesto por el colonialismo, y una reafirmación de nuestra dignidad ontológica.
Resistimos para existir. Resistimos para reescribir nuestras historias, nuestras memorias y nuestras posibilidades futuras. El Resistencialismo se opone a la lógica hegemónica de la globalización capitalista, el consumo voraz y la alienación cultural, que despojan a los pueblos de su identidad, su tierra y su espíritu. Buscamos nuevas formas de convivencia, basadas en el respeto a la diversidad cultural y el equilibrio con la naturaleza.
II. Estética Resistencialista: La belleza de la ruptura y la resistencia
La estética del Resistencialismo no sigue los cánones de belleza dictados por la tradición eurocéntrica. Nuestra búsqueda de lo bello no se encuentra en la perfección ni en la técnica pura, sino en la ruptura, en el conflicto y en la resistencia misma. La belleza resistencialista es el reconocimiento de las heridas abiertas, pero también de la fuerza para sanarlas; es la aceptación de lo roto, lo incompleto y lo fragmentado, no como fallas, sino como testimonios de una historia que resiste al olvido.
El Resistencialismo, como movimiento artístico, se aleja del arte puramente conceptual, intelectualizado y elitista, para centrarse en el cuerpo, en la materia y en la memoria colectiva. Utilizamos materiales locales, reciclados, desechados, aquellos que han sido olvidados por el capitalismo industrial y que en nuestras manos cobran vida. Pintamos, esculpimos, cantamos y bailamos con las cicatrices de nuestras comunidades, en un proceso que es tanto de creación como de curación.
III. Antropología Resistencialista: La recuperación de la identidad colectiva
El Resistencialismo tiene profundas raíces antropológicas. Reconocemos que el arte es un acto cultural, una forma de conectar con las tradiciones, los mitos y los rituales que nos han dado sentido como pueblos. En un mundo donde la globalización homogeniza las identidades, el Resistencialismo se alza como una propuesta de recuperación de la identidad colectiva.
Entendemos que las identidades no son estáticas, pero tampoco están sujetas a los dictámenes de la modernidad occidental. Nuestras identidades son fluidas, híbridas, pero siempre están arraigadas en la memoria de la resistencia. El Resistencialismo rechaza el concepto de “individuo” como una entidad aislada y autónoma, y en su lugar promueve una visión del ser humano como parte de una comunidad, de un territorio y de un sistema cósmico.
El arte resistencialista es, entonces, un arte para la comunidad, y no para la élite. Es un arte que se comparte, se vive y se siente en conjunto, a través de la participación activa de los pueblos en el proceso creativo. El artista no es un genio aislado, sino un mediador entre el pasado y el futuro, entre los vivos y los muertos, entre lo visible y lo invisible.
IV. Crítica al Imperialismo Cultural: El arte como campo de batalla
El Resistencialismo denuncia el imperialismo cultural que ha dominado las narrativas artísticas y estéticas globales desde la colonización. La imposición del modernismo y postmodernismo como las únicas formas legítimas de arte no es un fenómeno inocente; es parte de un proyecto de dominación global, donde las culturas no occidentales han sido relegadas a la periferia, etiquetadas como “primitivas”, “folclóricas” o “artesanales”.
Nuestro arte no es “primitivo”, ni “naíf”, ni “exótico”. Es una respuesta consciente y crítica a siglos de opresión, y una denuncia de las estructuras de poder que controlan el mercado del arte y los circuitos culturales internacionales.
El Resistencialismo se posiciona como un arte político, pero no en el sentido propagandístico o ideológico simplista. Es político porque desafía el orden establecido, porque denuncia las relaciones desiguales de poder, y porque imagina otras formas de estar en el mundo. Nos oponemos a la estetización del sufrimiento y la explotación de nuestras culturas para el consumo capitalista. Nuestro arte no es un producto; es una herramienta de transformación social.
V. El Resistencialismo y su Relación con la Naturaleza: La estética del equilibrio ecológico
El Resistencialismo reconoce que la lucha anti-colonial no se limita a las relaciones entre seres humanos, sino que también implica una relación ética con la naturaleza. Rechazamos la cosificación de la tierra como un recurso explotable y, en su lugar, la entendemos como un ser vivo, como un sujeto de derechos.
El arte resistencialista se inspira en las formas, los colores y los ritmos de la naturaleza. Nos alineamos con las luchas ambientales de los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes que defienden sus territorios de la explotación extractivista y la devastación ecológica. Creemos que el arte debe servir como un vehículo para reconectar a los seres humanos con el entorno natural, y proponer alternativas estéticas y éticas al antropocentrismo destructivo.
VI. Praxis Creativa del Resistencialismo
El Resistencialismo no es una corriente de galerías ni museos. Es una praxis creativa que se manifiesta en las calles, en las comunidades, en las tierras defendidas y en las memorias recuperadas. No buscamos el reconocimiento del mercado del arte, sino la transformación de la vida cotidiana. Nuestras obras no están hechas para ser compradas o coleccionadas, sino para ser vividas, sentidas y compartidas.
Reivindicamos el muralismo comunitario, el arte público y la intervención en el espacio urbano y rural. Creemos en un arte que es inseparable de la lucha social, que es tan efímero como las llamas de una protesta, y tan duradero como las piedras que marcan los territorios liberados.
Conclusión: El arte Resistencialista como liberación
El Resistencialismo es una invitación a liberarnos, a reimaginar el mundo desde nuestras propias perspectivas, a romper con las cadenas invisibles que nos atan a un pasado colonial y a un presente imperialista. Es un arte de la resistencia, pero también un arte de la esperanza. No buscamos solo destruir lo que nos oprime; buscamos construir un futuro donde nuestras culturas, nuestras lenguas y nuestras formas de vida puedan florecer libremente.
Hoy declaramos que resistir es crear. Crear es recordar, sanar, luchar y transformar. Invitamos a todos los que se sientan llamados por este grito a unirse al Resistencialismo, y a hacer del arte una herramienta de liberación para todos los pueblos del mundo.
¡Que el arte sea nuestra resistencia!
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